HAY 200 MIL ADOLESCENTES EXCLUIDOS DE TODO: NO TRABAJAN NI ESTUDIAN
Cuando sólo existe pizza, birra, faso
Por Maximiliano Montenegro
En la película de Francis Ford Coppola, "los marginados" formaban pandillas, asaltaban comercios y peleaban en las calles porque la sociedad no les ofrecía nada más excitante. En Argentina, los marginados roban, matan y son asesinados porque la sociedad no les ofrece nada. Según un estudio reciente de Unicef, en Argentina existen 205 mil adolescentes de clase baja que no estudian ni trabajan, de los cuales alrededor de 90 mil viven en el Gran Buenos Aires. La investigación también revela que el peso de nacer en la pobreza es determinante para convertirse en un marginado. Y hoy, uno de cada tres chicos en Argentina nace en un hogar con necesidades básicas insatisfechas. En los partidos del conurbano bonaerense la proporción es casi uno de cada dos.
Los datos publicados por Unicef permiten reconstruir la historia de la marginalidad. En resumen, sería la siguiente: uno de cada tres chicos en Argentina nace en un hogar pobre. Casi todos van a la escuela primaria, pero ya entonces empiezan a tener grandes problemas de atraso en sus estudios. Para cuando tienen que comenzar la escuela secundaria una altísima proporción deserta. Para peor, este grupo no sólo queda al margen del sistema educativo sino también del mercado laboral.
Las cifras de Unicef muestran que, en promedio, para los aglomerados urbanos del país, que releva la encuesta de hogares del INdEC, el 33 % de los bebés que nacen anualmente en Argentina se produce en familias pobres. Pero para algunos aglomerados la proporción es todavía más alta: por ejemplo, en los partidos del conurbano bonaerense, el 40,4 % de los chicos nace en un hogar pobre, en Resistencia (Chaco) el 55,4 %, y en Jujuy casi el 65 %.
Las tasas de escolaridad primaria son muy altas en todo el país, tendiendo al 100%. Sin embargo, el retraso escolar entre los niños de 6 a 12 años pertenecientes a familias del 30 por ciento más pobre de la población es muy elevado: por ejemplo, en Rosario, Córdoba, Tucumán y Mendoza, casi uno de cada cuatro chicos de estos hogares se halla retrasado en sus estudios.
Al nivel de la escuela secundaria el problema es todavía mayor: alrededor de uno de cada dos adolescentes de familias pobres abandona los estudios. Después, las escasas oportunidades laborales cierran el circuito de los marginales.
Según Unicef, en Rosario y en Tucumán, uno de cada cuatro chicos de 13 a 17 años perteneciente a un hogar pobre no estudia ni trabaja. En Córdoba, casi el 20% está en esta situación, en Mendoza el 18% y en los partidos del conurbano el 13%.
De otro modo: en todo el país hay unos 3 millones de jóvenes de 13 a 17 años, de los cuales 330 mil no estudian ni trabajan. A su vez, más del 60% de estos adolescentes viven en hogares pobres: es decir, 205 mil. Sólo en el Gran Buenos Aires, hay alrededor de 90 mil jóvenes pobres marginados.
--¿Qué probabilidad tiene ese pibe de cada tres que nace pobre de zafar de la pobreza?—preguntó Página/12 a Néstor López, consultor de organismos internacionales en temas de pobreza.
--Prácticamente ninguna. Hoy por hoy, la única forma de lograr salir de la pobreza es consiguiendo un buen empleo. Pero para eso se necesitan calificaciones y habilidades que el Estado hoy no brinda. Y tampoco hay instituciones alternativas en la sociedad que puedan suplir esta carencia.
--¿En qué medida los que hoy son marginados pueden dejar de serlo?
--También son muy pocas las posibilidades. Una gran proporción de los que nacen pobres están condenados a la marginalidad. Y una vez que no se integran ni en el sistema educativo ni en el laboral están condenados de por vida a la exclusión. Más aún, aunque lograran salir de la marginalidad por medio de un trabajo padecerían una muy alta vulnerabilidad, ya que las nuevas modalidades de contratación temporarias o los empleos en negro crean tal incertidumbre que sólo permiten vivir al día. Una sociedad que no genera empleo genera violencia.
López, autor del libro Sin trabajo: las características del desempleo y su impacto en la sociedad argentina (Unicef, 1997), está convencido de que a esta situación se llegó "porque las instituciones de la sociedad siguen funcionando como si hubiera pleno empleo. No hay mecanismos de distribución del bienestar alternativos al empleo y el problema es que el mercado de trabajo es cada vez más pequeño y selectivo en calificación", asegura.
Así, "los programas orientados a los marginales, con becas u otros incentivos, con la intención de retenerlos en la escuela o incorporarlos a un trabajo, son todavía acotados y experimentales", afirma. Y destaca los problemas de la escuela para convertirse en un instrumento de integración social: "Al nacer en un ámbito educativo muy bajo, los chicos pobres están menos entrenados. Y los contenidos educativos hoy están pensados para los chicos de clase media, sin contemplar las necesidades específicas de los de clase baja", explica. Entonces, "el problema en la educación básica no es de captación sino de calidad, lo cual se refleja en los bajos rendimientos y en el retraso y abandono de los chicos pobres", sostiene.
Fuente: diario Página 12 – 08/02/99